El recorrido terminó en la hoy recuperada capilla del Palacio Arzobispal de una gran riqueza patrimonial. Para quienes trabajaron allí, ese espacio tiene otro nombre: la oficina de Talleres de la recordada Winnie Lira. Un lugar que en dictadura tenía las ventanas tapiadas y el cielo cubierto de paños negros, donde se recibían las artesanías y las arpilleras que llegaban desde las cárceles y los talleres distribuidos en distintos puntos del país.

La ceremonia guiada por las sentidas palabras del ex funcionario, Luis Enrique Salinas, fue hilando todos los emotivos momentos que estaban destinados a vivir. Cada uno puso a disposición sus talentos y eso se notó en cada acto simbólico.

En esa sala, que fue oficina, taller, bodega y, sobre todo, refugio para cientos de familiares de presos políticos y detenidos desaparecidos, se inició la oración. El Padre Tomás Scherz recordó que la Vicaría fue, en los hechos, una gran liturgia cotidiana: la de comprender al otro, y escuchar su dolor.  “En este lugar se realizaba una liturgia de acercarse al otro, con el deseo profundo de trabajar mancomunadamente y ser una voz profética en tiempos de dolor”, recordando la labor pastoral de la Vicaría.

El Cardenal Fernando Chomali encendió el cirio que evocaba la llama inaugurada por el Cardenal Silva Henríquez en el Simposio Internacional de Derechos Humanos de 1978, símbolo de esa luz que se quiso mantener encendida en medio del terror. Incluso se escuchó la voz de EL Cardenal de aquellos años generando un viaje en el tiempo.

Luego comenzó la lectura de los nombres de trabajadores y trabajadoras de la Vicaría que ya han partido. Cada nombre caía al silencio como una campanada lenta; muchos asentían, otros susurraban “presente” desde su asiento.

El testimonio de Estela Ortiz, una de las tantas mujeres que hicieron de la Vicaría un espacio de acogida y lucha, dio rostro concreto a esas biografías marcadas por el compromiso y recordó a su marido brutalmente asesinado, José Manuel Parada, funcionario querido y recordado por todos.

La oración concluyó al ritmo de “Yo te nombro libertad”, en la voz de Isabel Aldunate, canción que acompañó velatones, actos y misas en los años más duros. Volvió a escucharse ahora, cargada de memoria y gratitud.

Una foto para la historia

Desde la capilla, los asistentes se trasladaron al Patio, escenario de tantas actividades, conferencias de prensa y concentraciones en tiempos de la Vicaría. Ahí se tomó una fotografía oficial: ex trabajadoras y trabajadores, con la imagen de la Virgen al centro, abrazando con sus cuerpos el espacio que alguna vez fue epicentro de denuncias y esperanza.

La foto no fue un simple recuerdo. Era también una declaración: medio siglo después, quienes sostuvieron cotidianamente el trabajo de la Vicaría siguen reconociéndose como comunidad.

 

 

Fotos: Diego García-Huidobro y Pilar Egaña V.

Pronto se subirán los registros del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y del Arzobispado de Santiago.